Usando datos de la observación a profundidad de los profesores más efectivos para lograr dominio de lectura y escritura en alumnos de 1er y 4to grado en 6 estados de los EE.UU., Richard Allington de la U. Florida llegó a la conclusión de que para lograr que los alumnos mejoren sus capacidades de lectura, se requiere que los profesores les provean de una enseñanza experta, que no es posible a partir de programas pre diseñados empaquetados, sino que deben adaptarse individualmente a las necesidades de cada niño. En otras palabras, la clave del éxito sigue siendo el buen profesor (Phi Delta Kappan, June 2002, “What I´ve learned about effective reading instruction”, con datos en http://cela.albany.edu). Allington sistematizó los hallazgos que emergieron de cientos de entrevistas, videos y observaciones personales de al menos 10 días a cada uno de los profesores, llegando a establecer seis denominadores comunes existentes en los profesores más efectivos. Veamos.
Tiempo: obtienen mejores resultados los profesores que mantienen a sus alumnos leyendo y escribiendo al menos 50% del tiempo frente al tiempo dedicado a otras cosas menos significativas como son los ejercicios de preparación para rendir pruebas, copiar definiciones de palabras del diccionario, completar cuestionarios después de una lectura, etc. Textos: para que los alumnos lean mucho y se conviertan en buenos lectores independientes , necesitan tener acceso a muchos libros interesantes, de complejidad apropiada, de fácil lectura y comprensión. Eso implica desistir de lecturas y tiempos únicos por igual para todos y en cambio escoger lecturas diversas de múltiples niveles de dificultad que se adecuen a la diversidad de alumnos de una clase.
Enseñanza: los alumnos que aprenden más efectivamente son aquellos que están expuestos a una instrucción activa, que reciben explicaciones explícitas e instrucción directa que sistemáticamente ejemplifica, modela y demuestra las estrategias cognitivas efectivas que utilizan los buenos lectores. La actitud de “obsérvame” y “déjame mostrarte” son mucho más efectivas que la de “ejercítate” o “practica por tu cuenta”. Por ejemplo, se le puede enseñar a los alumnos cómo encontrar las ideas principales de un texto, ordenarlas y luego jerarquizarlas y resumirlas, mostrando primeramente cómo lo hace el profesor.
Hablar: los profesores efectivos logran estimular a sus alumnos para que hablen mucho durante el día escolar. Profesores y alumnos discuten ideas, conceptos, hipótesis, estrategias etc. Los profesores colocan muchas más preguntas abiertas que permiten infinidad de respuestas. Además, la dinámica de la clase es más de conversación para pensar –con múltiples respuestas- que de interrogación para recordar –con respuesta única correcta-. Así una clase efectiva es altamente personalizada, no sigue un libreto instruccional pre establecido, sino que instruye en función de las reacciones de cada alumno.
Actividades: los profesores efectivos hacen actividades más extensas y ponen menos énfasis en llenar el día con múltiples actividades cortas. Los alumnos leían libros completos, hacían proyectos individuales o grupales que duraban varios días y trabajaban en actividades que integraban contenidos de varias áreas como lectura, escritura y ciencias sociales. Usualmente estas actividades permitían a los alumnos que escojan entre un abanico de posibilidades, ya que cuando lo hacían se comprometían y motivaban más. Por ejemplo en una clase de ciencias naturales de 4to grado, cada niño capturó un insecto diferente y lo trajo a la clase. Allí lo observaron con lupas, identificaron y dibujaron sus partes, estudiaron sus conductas, escribieron ensayos y luego construyeron modelos tridimensionales. Finalmente los presentaron a sus compañeros de clase explicando su trabajo.
Pruebas: los profesores efectivos evalúan a los alumnos mucho más en función de sus esfuerzos y logros individuales que en función de una jerarquización de logros. Así, todos los alumnos pueden obtener buenas notas. Eso por supuesto exige que los profesores realmente conozcan a cada alumno de manera individual y sean capaces de hacerle el seguimiento a la evolución de su trabajo. En estas clases los alumnos no se preparan para exámenes ni utilizan los materiales de preparación para pruebas que son tan populares en otras clases.
Resumiendo: es importante tomar nota que las seis estrategias de la enseñanza efectiva operan de manera interactiva, y no responden bien si se las trata como estrategias aisladas. Las practican profesores muy autónomos, que confían en su experiencia y habilidades, y que no se sienten presionados por las evaluaciones externas porque saben que sus alumnos se desempeñarán bien.
Esto nos enseña que la enseñanza efectiva no puede ser empaquetada, convertida en un libreto o programa que se sigue fielmente, sino más bien que son los profesores hábiles los que determinan la buena enseñanza, adecuándose a las necesidades de cada alumno.
Fuente:
León Trahtemberg